En la actualidad la tecnología se está convirtiendo en tecnocracia. El tecnócrata reduce a los hombres que trabajan a la categoría de simple cantidad. Para él los seres humanos son cuerpos, o mejor dicho, “fuerzas” corporales, y “funciones” dentro de los sistemas de herramientas y máquinas. Como tales, son mensurables y sujetos a cálculos. El tecnócrata explota al hombre, incluso cuando le paga un salario justo. De ahí surgen los más acuciantes. “¿Por qué?“. La tecnocracia es una de las causas de la angustia del hombre moderno, porque no puede solucionar todos los problemas vitales que dice abarcar.’
Sobre todos los adelantos tecnológicos que no siempre hacen progresar a la humanidad (el progreso debe ser siempre progreso en la libertad y hacia ella), se ciernen las preguntas “¿a dónde?”, “¿Por qué?”, y “después qué?”. Estos interrogantes apuntan a “lo que está más allá de lo físico”.
Para el tecnócrata el ser nunca se da como ser. El ser aparece ante él únicamente como materia prima, como energía, y él mismo se manifiesta ante sí tan sólo como el que la calcula y la domina. Esto es lo que tiene “interés”para él. Pero la pregunta que interroga por el ser no apunta a un ser particular como ese.
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